Ahora todo se rompe en mil pedazos y los cristales no están en el suelo, están en mi carne y me sangran; los cristales me sangran.
Mi único recurso es escribir, allí me encuentro a mí misma. Las palabras son yo.
Sólo escribiendo puedo verme. Después y antes yo no sabía quien era. Ratona, marciana, lunática, pero no un ser de este mundo, quizá el eslabón que no embona; la pieza perdida de un rompecabezas que ya no importa. Para concretar algo hay que perder algo, yo estoy licuándome, deshaciéndome para encontrar eso de adentro, eso que soy inmensamente.
La contenedora, la Coatlicue, la dueña de todo y dueña de nada, la inmersa en el aire, la mariposa, la bruja... tejedora de sueños, adaptada a los sueños de todos. Araña lunar. Envidiosa de estrellas. Eso soy.
Odiadora de superficies. Maldita seas, ¿sabes? maldita seas. Sí, te duelen las texturas lisas, tu superficie es agrietada, poblada de monículos, llena de sombras. y no puedes tocar, no tocas. Aislada, no te aceptas, no te integras.
Dime ¿Dónde inventaste tus sueños? Tus sueños globos rojos semejantes a la vida.
Dime también ¿Por qué te detienes, por qué te amarras? Agarrada de pensamientos como torres. ¿Qué esperas? derriba las torres. No, las ventanas no bastan, hay que tirar las torres, limpiar los vómitos, ver cara a cara el sol.
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