Wednesday, July 18, 2007

Sin



Hay días que la gente te intenta convencer de que todo puede ir a peor.

Hay días que cuando intentas encontrar un hombro o, mejor dicho, una oreja, encuentras sólo una mirada obscena y una palabra agreste. Un día “sin”.
Sin orejas al otro lado, sin manos dispuestas a recogerte, sin bocas amables, sin ojos inocentes.

Se ha convertido en un día "sin", un obsceno y soez día mediocre gris acelerado y burdo.

Ha sido una de esas groseras y nauseabundas jornadas en las que simplemente eres.

Y simplemente eres a costa de los demás.

Y te sientes estupida por haberte levantado con buen humor con la inocente esperanza que el mundo se amoldara a ti por una vez

Alrededor de la tempestad




Las rodillas le sostienen el rostro y rozan el pecho. Los brazos hacen prieto el abrazo. Las pupilas giran buscando inútilmente un escondrijo. Han visto el macizo de juncos que se inclina una y otra vez hasta el suelo en petición de piedad. ¿Para qué? se pregunta, si no ve donde ir.

La luz titila ...titila

¿Cómo puede algo tan simple como ese juego de luces y de sombras, provocar tal terror?

Cuándo se suma al sonido del agua que se avienta suicida contra los cuerpos, provocando su estremecimiento;

Cuándo el gemir del viento se introduce como enemigo y en giros concéntricos invade el caracol del oído, para llegar rebotando al pensamiento, al centro mismo del cerebro;

Cuándo miras pasar ante ti aquello que debiera estar atado; cuando las fuerzas desorbitadas son capaces de arrancarte de la vertical.

Cuando eso sucede, los pies se niegan a moverse para llevarte a un lugar seguro, un lugar donde no veas aparecer por las rendijas, esa invasión lenta y silenciosa del agua, que te anuncia que no hay lugar a la esperanza.

Crees que ahora conoces la dimensión del terror, pero entonces...
Llega el silencio

En esa calma apabullante, sobrenatural, innombrable, no hay chirridos, retumbos ni graznidos. Nada.
Hasta la luz se fuga para esconderse, no sabes donde.

En la agonía final de la luz, ves que el macizo de juncos ya no existe,
ni siquiera su petición de piedad al doblarse, fue atendida.

Ahora sabes lo terrible que es estar en el vórtice