A veces me canso de pensarte y te hablo en voz alta.
Rara vez me contestas, aunque yo dibuje tu timbre en mis oídos y rememore tu risa.
Me parece oírte con más claridad cuando, alguna que otra noche con una copa de vino en la mano, me atrapa la melancolía y converso contigo, porque es más fácil poner tu voz al silencio.
Pero a veces,
sólo algunas veces,
me gusta lo que no dices
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