Hay días que la gente te intenta convencer de que todo puede ir a peor.
Hay días que cuando intentas encontrar un hombro o, mejor dicho, una oreja, encuentras sólo una mirada obscena y una palabra agreste. Un día “sin”.
Sin orejas al otro lado, sin manos dispuestas a recogerte, sin bocas amables, sin ojos inocentes.
Se ha convertido en un día "sin", un obsceno y soez día mediocre gris acelerado y burdo.
Ha sido una de esas groseras y nauseabundas jornadas en las que simplemente eres.
Y simplemente eres a costa de los demás.
Y te sientes estupida por haberte levantado con buen humor con la inocente esperanza que el mundo se amoldara a ti por una vez
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